10 febrero 2009

Estudio


ROSALÍA DE CASTRO

1. Contexto histórico

El comienzo del siglo xix español se caracterizó por la domi­nación francesa. El ascenso al poder de Napoleón y su preten­sión de crear un gran imperio lo llevó a la conquista de España Comenzó así la Guerra de la Independencia, que duró seis años. Este hecho marcó la evolución social y política de Espa­rta hasta la expulsión de los franceses en 1814.

Tras Napoleón, asumió el poder Fernando VII, quien, a pesar de sus promesas de cambio hacia una monarquía parla­mentaria debidas a las presiones liberales (Constitución de 1812), no tardó en volver a imponer el autoritarismo y a implan­tar el antiguo régimen, causando así graves retrocesos en los intentos de modernización del país. Paralelamente, la manifes­tación de la identidad gallega fue evolucionando en función de las características de los diferentes periodos políticos.

Fernando VII murió en 1833. Previamente, había aprobado la Pragmática Sanción que daba paso al gobierno de su hija Isabel, la cual, debido a la necesidad de apoyo liberal para enfren­tarse a los partidarios de su tío Carlos Isidro (guerras carlis­tas), facilitó la incorporación de cambios progresistas en el gobierno y en la gestión del territorio. Durante su reinando hubo alternancia en el gobierno de los grupos liberales (Espar­tero) y los conservadores (Narváez), a la vez que se iban cons­tituyendo los partidos democráticos.

En este ambiente liberal nace el «galleguismo», una corriente de pensamiento preocupada por la realidad gallega que recibirá el nombre de «provincialismo». Esta generación participará en el levantamiento de 1846, cuya pretensión era alcanzar el poder autonómico para Galicia. La sublevación fracasó, y doce oficiales fueron fusilados («Os mártires de Carral»). A raíz, del Banquete de Conxo, celebrado diez años después de los fusilamientos de Carral, con los que se sofocó el levantamiento de Santiago de 1846, se da paso a la segunda generación galleguista, centrada en aspectos sociales y culturales. Pertenecen a este movimiento Pondal, Murguía y Rosalía.

En 1868, la Revolución de la Gloriosa acabó con el reinado de Isabel II y dejó el poder efectivo en manos de una Junta Revolucionaria y, poco después, de un gobierno provisional con Prim (progresista) y Serrano (unionista) a la cabeza.

La revolución industrial que se estaba desarrollando en Europa, iba llegando despacio y con fuertes retrasos a España, lo que hacía que la agricultura siguiese siendo la actividad más importante en el conjunto de la geografía española. Sólo las zonas de Cataluña y del País Vasco lograron desarrollar una incipiente industria basada en el campo textil y en el trata miento del hierro, respectivamente.

El desarrollo de los transportes en este periodo fue importantísimo. Con la aparición del ferrocarril y su difusión por algunas zonas del territorio, se favoreció el comercio y la industria, a la vez que se fomentó y se facilitó la movilidad de las personas, hecho que repercutió en el traslado masivo de jorna­leros del campo hacia las ciudades en busca de trabajo y mejo­res condiciones de vida. Las ciudades crecieron en habitantes y extensión e hicieron necesarios los planes urbanísticos para ordenar este crecimiento; así aparecieron nuevos barrios, nue­vos servicios, como el alumbrado y el transporte urbano, y espacios de ocio, como los teatros.

La Constitución de 1869 perfilaba una España más demo­crática y consideraba la monarquía como forma de organiza­ción y gobierno. A falta de un sucesor directo, se buscó un nuevo rey en las casas europeas, apostando por la figura de Amadeo, de la casa italiana de Saboga, de ideología democráti­ca. Amadeo I reinó durante tres años, pero, incapaz de contro­lar el país (sobre todo tras la muerte de Prim), abdicó en 1873.

En 1873 se proclamó la Primera República espa­nola, que sólo duró un año, pero que sirvió para favorecer los movimientos autonómicos y federalistas españoles. En Galicia se centró en potenciar la reforma agraria, que no se pudo efec­tuar debido a la falta de presupuesto y al afán personalista de los políticos.

El general Pavía disolvió las Cortes y, con el pronuncia­miento militar de Martínez Campos, se proclamó rey de Espa­cia a Alfonso XII, hijo de Isabel II (restauración monárquica). Durante este periodo se alternaron en el poder los dos grandes partidos políticos: el conservador, con Cánovas del Castillo, y el liberal, con Mateo Sagasta. Muerto el rey en 1885, se hizo cargo de la corona su esposa, María Cristina, como regente. Los par­tidos políticos firmaron el Acuerdo del Pardo con la finalidad de asegurarse la forma de gobierno de alternancia realizada hasta entonces. Es un periodo de fuerte manipulación electoral, con compra de votos, cambio de actas e influencia de las personas dirigentes. En las regiones españolas en las que dominaba la economía agraria, como en Galicia, se favoreció el desarrollo de la oligarquía y del caciquismo.

El siglo concluye con la pérdida de las últimas colonias, Cuba, Puerto Rico y Filipinas (1898), y con un dominio del sen­timiento de derrota y decadencia en el pueblo español. Mien­tras, seguían desarrollándose los movimientos regionalistas con la creación de organizaciones para la defensa ideológica, como la Asociación Rexionalista Galega (1891), que se constituyó como el primer partido político gallego que defendía el auto­gobierno para Galicia.

2. El Romanticismo en España

2.1. Orígenes

El Romanticismo literario comienza a gestarse en las últimas décadas del siglo XVIII; se desarrolla en los primeros años del siglo XIX y no triunfa definitivamente hasta que no regresan los escritores liberales que se habían exiliado durante el reinado absolutista de Fernando VII, hecho que se produce en 1833. Por ello, los estudiosos de la literatura consideran que dicho triunfo se produce en torno a 1835.

El Romanticismo es más que una corriente literaria: es un movimiento cultural y político que se opone, de alguna mane­ra, al racionalismo del siglo anterior. Los intelectuales se per­catan de que la razón no puede dar cuenta de todo cuanto acontece en el mundo. Hay aspectos que se le escapan y que no es capaz de explicar: sentimientos, emociones, ideales, fantasías. Además, los románticos reivindican su derecho a poder expre­sarlos. Por ello, el gran lema de este movimiento será la libertad en todos los ámbitos de la vida.

2.2. Características del Romanticismo literario

- El subjetivismo. El escritor expresa sus sentimientos de forma exaltada.
- Huida del mundo. Como el escritor romántico no se siente cómodo en el mundo en que vive, busca evadirse y se refugia en su propio mundo, o se traslada a otras épocas y lugares.
- Frente al europeísmo del siglo XVIII, los románticos exaltan lo nacional. Como consecuencia de ello, se desarrollará el costumbrismo literario.
- El paisaje será un elemento fundamental, de forma que se producirá una total identificación entre éste y el alma del escritor.
- Dado que el lema de los románticos es la libertad, se opon­drán a cualquier norma o regla que limite su capacidad crea­dora.

2.3. La poesía romántica

En lo referente a los temas, en un primer momento, la poesía romántica se caracteriza por una fuerte exaltación del yo del poeta, que dará rienda suelta a sus sentimientos: intimidad amorosa, frustraciones, esperanzas, desengaños, ansias de liber­tad, dolor, protesta, melancolía, etc. Pero lo hace sin detenerse mucho en pulir sus versos, por lo que en sus composiciones encontramos grandes aciertos líricos junto a vulgaridades y tópicos que se repiten hasta la saciedad; sentimientos sinceros junto a gesticulaciones y excesos llenos de tópicos. La poesía narrativa adquiere una especial relevancia, con preferencia por los temas históricos, legendarios o exóticos.
En cuanto a la versificación, los poetas románticos, movidos por sus ideales de libertad, usan estrofas que habían caído en desuso, como el romance; inventan otras; buscan nuevos ritmos basados en esquemas acentuales, y suelen cambiar de verso en la misma composición, en función del sentimiento o la emo­ción que quieran transmitir. En lo que se refiere al paisaje, sienten especial predilección por lugares apartados, solitarios, desiertos y llenos de misterio: la noche, cementerios, edificios en ruinas, etc.

El poeta más representativo de esta época es José de Espron­ceda, pero hay otros, como Juan Arolas, Nicomedes Pastor Díaz, Gertrudis Gómez de Avellaneda o Carolina Coronado.

En la segunda mitad del siglo, los excesos retóricos de la poesía anterior darán paso a nuevas corrientes en la lírica espa­ñola: desde el prosaísmo de Ramón de Campoamor o la hueca grandilocuencia de Núñez de Arce hasta la naturalidad, carga­da de emoción, de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Esta poesía sincera e íntima, influida por el poeta alemán Heine, cuya obra fue traducida al castellano, entre otros, por Eulogio Florentino Sanz, es la mejor de la segunda mitad del siglo XIX. A los poetas que la cultivan (Bécquer y Rosalía) se los conside­ra románticos tardíos o rezagados.

2.4. Vida del Romanticismo en España

El Romanticismo penetró en España a través de publicaciones en revistas y periódicos de Cádiz y Barcelona en las que se defendía la nueva estética frente a la rigidez neoclásica del siglo anterior. Fue importantísimo el regreso de los escritores libera­les tras la muerte de Fernando VII. Sin embargo, este movi­miento no duró mucho, pues hacia la mitad del siglo se fue imponiendo con fuerza otra corriente que, en cierto modo, planteaba una estética diferente: el Realismo.

3. “0 Rexurdimento” y la “Renaixença”

La literatura gallega, que vivió una época de esplendor entre los siglos XII y XV, desaparecerá durante los tres siglos siguien­tes. Son los llamados séculos oscuros. Pero resurgirá con decisión en el siglo XIX.

Las primeras muestras literarias en lengua gallega nacen con ocasión de la Guerra de la Independencia (también las guerras carlistas generaron algunos textos literarios). Se trata de escri­tos en hojas sueltas que tienen como finalidad alentar a los cam­pesinos gallegos contra los invasores franceses. Son composi­ciones anónimas que apenas tienen valor literario, aunque sí histórico y sociológico.

En 1810 aparece Proezas de Galicia, hojas firmadas por Xosé Fernández de Neira en las que se recoge el éxito de los campe­sinos gallegos en la guerra. El texto está bien escrito, aunque se trata de un gallego coloquial con abundantes castellanismos.

En 1813 se imprimió anónimamente un romance del cléri­go liberal Manuel Pardo de Andrade. Se trataba de un poema satírico contra la Inquisición.

Estos primeros escritos son la prehistoria del Rexurdimento, recuperación del uso literario de la lengua gallega. Paralela­mente, se producirá en Cataluña un movimiento idéntico, la Renaixença.
En Galicia, tal recuperación del gallego se inicia en 1828 con el poema A Alborada, de Nicomedes Pastor Díaz (1811-1863), académico y gran político que escribió excelentes obras. A Albo­rada pone en marcha la recuperación poética del gallego.

En Cataluña comienza en 1831 con Bonaventura Carles Ari­bau y su Oda a la Pátria, si bien la situación es diferente. Un banquero catalán de gran fortuna, afincado en Madrid, da una fiesta en su palacio, y a ella acuden catalanes importantes y un muchacho, también catalán, que trabaja en un banco. Este joven es Aribau. Allí lee su Oda, ante burgueses y sin connota­ciones políticas. Esto era impensable en Galicia, pues los ricos sólo hablaban gallego con sus empleados y con los campesinos, porque la lengua de prestigio era el castellano. Sin embargo, ambas actitudes obedecen a un mismo proyecto cultural deri­vado del romanticismo de la época: la recuperación del pasado y el interés por lo popular. Así, el Rexurdimento avanzará en Galicia lentamente, entre otras cosas, por el escaso interés de la burguesía que, además, era foránea.

En Cataluña la situación era diferente, dado que el catalán era la lengua de la burguesía y de la Iglesia. Aquí, en 1859 se produce la restauración de los Jocs Florals (Juegos Florales), cer­támenes poéticos en los que se premiaba a los poetas que escri­bían los mejores versos. En Galicia nunca había existido tal cele­bración y, deslumbrada por estos concursos, convocó en 1861 unos Juegos Florales con fines caritativos. Se presentaron muchos poetas, de los que cuarenta escribieron en gallego. Poco a poco, la lengua va tomando un mayor carácter.

En 1862 se publicó el Álbum de la Caridad, en el que apare­cieron los textos premiados en 1861 y una antología de poetas. Este libro es el verdadero punto de partida del renacimiento de la lengua gallega en su uso literario. En esta obra ya aparecen poemas de Rosalía de Castro. En la terminología literaria galle­ga se denomina «Os precursores» a quienes escriben entre 1808 y 1863. El Álbum de la Caridad es una antología de ellos. En 1863 aparece Cantares gallegos, de Rosalía, el primer gran libro impreso en lengua gallega. A partir de este momento, la lite­ratura en gallego se consolida y gana prestigio progresivamente. Así, podemos afirmar que el Rexurdimento en Galicia y la Renaixença en Cataluña corren de forma paralela a lo largo del siglo XIX. Pero de nuevo hay que hablar de diferencias, ya que el movimiento catalán se inicia con unos clásicos en los que apoyarse, mientras que los escritores gallegos no tienen pre­sentes las tradiciones medievales de las cantigas de amigo y de amor. Habrán de pasar muchos años antes de que los escritores gallegos descubran esta literatura.

4. Biografía de Rosalía de Castro

Rosalía de Castro nació el 24 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela. Su madre, María Teresa de la Cruz de Castro, era de origen noble, si bien la familia ya no gozaba de una situación boyante, ni mucho menos. Su padre, José Martínez Viojo, era sacerdote. Este hecho, unido al de ser hija de madre soltera, hizo que en su partida de nacimiento se inscribiera como hija de padres desconocidos. Esta circunstancia, silenciada durante bastante tiempo en las biografías oficiales, marcará profunda­mente a Rosalía a lo largo de toda su vida. Al poco de nacer es acogida por la familia del padre, y serán sus tías, doña Teresa y doña María Josefa, quienes se la lleven a vivir con ellas, a Orto­ño, primero, y después a Padrón. Este detalle es importante para poder explicar la opción idiomática de Rosalía, pues, al entrar en contacto con el mundo rural, conoce la lengua galle­ga hablada en él, una lengua no normativa, aunque sí muy viva y expresiva.

El hecho de que su madre no se ocupara de ella en sus pri­meros años es fácilmente comprensible, e incluso disculpable: la presión social y la vergüenza debieron de ser fortísimas en una mujer soltera que ha mantenido relaciones con un sacerdote, fruto de las cuales ha nacido una niña. Cuando Rosalía cuenta catorce años, su madre la reclama, se hace cargo de ella y se trasladan a vivir a Santiago. Sorprendentemente, Rosalía no censurará absolutamente nada a su madre; ni un reproche, ni una palabra de rencor. Al contrario, sentirá por ella sentimientos positivos: amor, agradecimiento, comprensión. Y, tal vez, también compasión, pues Rosalía debió de ser consciente de 1o que tuvo que soportar su madre como consecuencia de su «pecado».

A los quince años, Rosalía estudia francés, aprende a tocar el piano y participa en representaciones juveniles de teatro. Se relaciona con el mundo universitario, con los estudiantes, y lee abundante literatura romántica. En 1856 abandona Galicia y se traslada a Madrid precipitadamente, tal vez al saber que su padre era cura y comprender la actitud de la gente hacia ella. En Madrid publicará, al año siguiente, su primer libro de poesías, titulado La flor, inspirado en Espronceda y que será elogiado por Manuel Murguía en la prensa madrileña.

En 1858, Rosalía y Manuel Murguía se casan. Este intelectual, de origen vasco, era historiador, archivero, ensayista y polí­tico. Escribió la primera historia de Galicia y es el creador del mito del celtismo gallego. El matrimonio tuvo siete hijos, de los cuales uno nació muerto y otro murió al poco de nacer.

La muerte de su madre en 1862 inspirará el libro de poemas A mi madre, escrito en castellano y muy emotivo. Se trata de una elegía cargada de dramatismo, llena de serenidad, ternura, amor y comprensión hacia ella. No olvidemos que Rosalía conoció a su madre a los catorce años, y ello supuso para nues­tra poetisa recuperar parte de su alma.

A causa de los sucesivos cambios en el gobierno y los consi­guientes vaivenes profesionales de su marido, el matrimonio cambia de residencia continuamente: Madrid, Extremadura, La Mancha, Levante, Simancas. En 1871, al ser nombrado Murguía jefe del Archivo Regional, se trasladan a Galicia, donde Rosalía permanecerá hasta su muerte. Allí residirán en Lestrove, La Coruña, Santiago y Padrón.

Rosalía murió en Padrón, el 15 de julio de 1885, como con­secuencia de un cáncer lentísimo, inacabable. Fue enterrada en el cementerio de Adina. Diez años después, sus restos fueron trasladados a Santiago. Allí reposan en la capilla de la iglesia de Santo Domingo.

4.1. Carácter de Rosalía

Rosalía se convirtió pronto en un mito para las gentes gallegas y, como tal, se idealizó todo lo que a ella concernía, tanto su aspecto físico como su temperamento. Sin embargo, sabemos que su carácter no era tan dulce como se afirmaba. Más bien al contrario, era fuerte y, en ocasiones, violento. De la lectura de sus versos se deduce que era bastante irritable y áspera y que en ocasiones mostraba odio y hasta resentimiento contra quienes la censuraban o contra todo lo que consideraba injusto. Pero, al mismo tiempo, era generosa y comprensiva, sobre todo con los más desfavorecidos.
Así pues, Rosalía es una mujer a la que no le interesa nada el halago de la gente, ni el reconocimiento social, ni los con­vencionalismos de la vida mundana. El alejamiento de la vida pública y de la sociedad literaria de su tiempo la llevó a escri­bir de sí misma y únicamente para sí misma.

Este carácter suyo, tan complejo y, a veces, contradictorio, duro y violento, tiene mucho que ver con el hecho de que Rosalía fuera hija de madre soltera y padre sacerdote. No es difícil imaginar que ya desde niña tuviese que oír a su paso voces de censura, miradas acusadoras, dedos que la señalaban como «hija del pecado». Eso debió de ser durísimo para ella. Si ade­más consideramos su precaria salud, sus penurias y su larguísi­ma enfermedad, que la llevó a la tumba, se comprenderá que su concepción de la vida y del mundo esté marcada por la desola­ción, la amargura, el dolor, la tristeza y el pesimismo.

5. Obra

Rosalía escribió obras en prosa y obras en verso, si bien la cali­dad de estas últimas logró eclipsar a las primeras. Veámoslas cronológicamente.

1857. La Flor. Se trata de un libro de poemas, en castellano, donde se aprecia claramente la influencia del romanticismo gesticulante de Espronceda.

1859. La hija del mar. Es una novela romántica, publicada cuan­do ya el Realismo estaba triunfando en España. Interesa lo que tiene de autobiográfico. Hace una defensa de la mujer humilde, explotada y condenada a la soledad.

1861. Flavio. Novela en la que se trata la imposibilidad de la co­municación. Mara, campesina, es seducida por Flavio y, pos­teriormente, abandonada. Flavio acaba casándose con una vieja rica, y Mara queda condenada a la soledad y con ten­dencias suicidas (reflejo de Rosalía).

1863. A mi madre. Escrito con motivo de la muerte de su madre. Son versos transidos de dolor y, a la vez, llenos de ternura y comprensión hacia ella.

Cantares gallegos. Libro de poemas, en gallego. Rosalía quiere dar a conocer su tierra gallega y denunciar las injusticias que se cometen contra ella. Hablaremos de esta obra más adelante.

1866. El Cadiceño. Pequeño relato costumbrista de tipo satíri­co en el que Rosalía ridiculiza a un gallego que marcha de su tierra a Cádiz y, a su vuelta, habla con una mezcla de galle­go y andaluz.
Ruinas. Cuadro de costumbres sobre la realidad gallega. Sus protagonistas, doña Isabel, don Braulio y Montenegro son seres marginados, tres auténticas «ruinas vivientes».

1867. El Caballero de las botas azules. Novela ambientada en el Madrid de la época en la que Rosalía denuncia la hipocresía, la estupidez, la corrupción y la frivolidad de su tiempo. Resul­ta interesante para conocer el pensamiento de la autora.

1880. Follas novas. Libro de poemas, en gallego, en el que Rosalía nos ofrece su visión pesimista y desesperanzada de la vida. Volveremos sobre ella al tratar de su poesía más desta­cada.

1881. El primer loco. Novela romántica sobre la pasión amorosa y sus consecuencias. Se nos cuenta cómo la persona que ama idealiza a la amada y cómo esta idealización distorsiona la realidad e impide verla tal cual es.

1884. En las orillas del Sar. Libro de poemas escrito en castella­no en el que trata los mismos temas que en Follas novas: desesperación, dolor, pesimismo, insatisfacción, etc.

1923. Conto gallego. Publicado póstumamente, trata sobre la fidelidad de la mujer a su marido muerto. Es un relato de corte misógino.

5.1. Obra poética

En este apartado hablaremos de Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar, sus obras poéticas capitales.

5.1.1. Cantares gallegos

Publicado en 1863, es el primer libro de poemas escrito en gallego por Rosalía. Está inspirado en El libro de los cantares, de Antonio de Trueba. En éste, el autor parte de una copla inicial, que después desarrolla. Lo mismo hace Rosalía: parte de una canción popular (una estrofa o un estribillo) y luego la prolon­ga con metros idénticos, de manera que se produce un ensam­blaje perfecto entre la obra anónima y la de autor. Con Canta­res gallegos se produce un hecho insólito, pues los poemas parten de una canción popular que Rosalía amplía, y poste­riormente el pueblo la asume como propia y queda integrada en la poesía oral.

La obra está escrita en gallego dialectal, rural, con vacila­ciones léxicas y abundantes castellanismos. Es una lengua oral, muy viva y expresiva. No olvidemos que Rosalía no conoce el gallego teórico ni sus variantes y que escribe en la lengua que ella oyó y aprendió de niña.

La autora escribió estos poemas sin intención de publicarlos. Fue su esposo, Manuel Murguía, quien, sin saberlo ella, entre­gó los poemas a un impresor para ser publicados. Después, la autora dio su consentimiento para ello.

Cabría preguntarse por qué la escritora, que empezó escri­biendo en castellano con cierto éxito, en un determinado momento decide cambiar de lengua y se pasa al gallego. Ella misma da la respuesta en el prólogo del libro: su voluntad de estar con los humildes, los campesinos y los marineros, y la len­gua de éstos es el gallego.

La finalidad del libro, como hemos dicho antes, es dar a conocer las bellezas de su tierra gallega y denunciar las injusti­cias que se cometen contra ella. En la obra hay poemas cos­tumbristas, amorosos, sociales, etc. Y a lo largo de los versos aparecen campesinos, mujeres abandonadas, pobres, gaiteros, emigrantes, etc. A pesar de las inevitables alusiones a las injus­ticias sociales y al drama de la emigración, en conjunto, pode­mos afirmar que el tono de la obra es optimista, desenfadado y alegre.

5.1.2. Follas novas

En este libro, escrito también en gallego, aparece toda la com­plejidad psicológica de Rosalía. Está dividido en cinco partes, y sus poemas más relevantes son los que nos muestran la subje­tividad de la autora, su concepción del mundo, y los que tratan temas sociales, como la emigración.

El pesimismo y la desolación impregnan todas las páginas de Follas novas. En los poemas en que habla de sí misma, vemos a una Rosalía llena de dolor, de sufrimiento, de desesperanza, y con la soledad por compañera. Y, como única solución, la muerte.

En los poemas de tipo social se trata fundamentalmente la emigración y se hace hincapié en las mujeres de los emigrantes, que quedan solas y han de realizar las tareas propias de la mujer y también las del hombre que ha partido.

La emigración es un tema capital en Follas novas. Galicia siempre fue tierra de emigrantes por diferentes motivos: por repoblaciones, por el servicio militar, o para huir de la miseria. En el siglo XIX, el mayor contingente de emigrantes se dirigió a La Habana, Cuba. Este tema lo trata, especialmente, en la quin­ta parte, que lleva por título «As viudas dos vivos e as viudas dos mortos». En ella, Rosalía muestra su voluntad de estar con los humildes, con los campesinos y con los marineros, lo cual ya supone una postura social. Pero hablar de emigración no es sólo hablar del emigrante; es hablar también de las mujeres humildes que se quedan solas tras la partida de su hombre, privadas de amor y de consuelo. Ellas son las verdaderas víctimas de la vida, siempre humilladas. Ellas, además, han de realizar las tareas pro­pias de la mujer y también las del hombre que ha partido.

5.1.3. En las orillas del Sar

Éste es el último libro escrito y publicado en vida de Rosalía. Tanto los temas tratados en sus versos como el tono con que lo hace Rosalía coinciden con los de Follas novas, lo que nos lleva a pensar que la mayoría de los poemas de uno y otro libro debieron de componerse simultáneamente. En efecto, este li­bro es una buena muestra de esa poesía desengañada, dolorida, desolada. Una poesía en la que Rosalía, perdida toda esperan­za, se refugia en sí misma, con su dolor y su soledad. Veamos, a continuación, algunos temas importantes que se tratan En las orillas del Sar y en Follas novas.

5. A. Los temas

1. El dolor

El dolor es otro de los temas recurrentes en la poesía de Rosalía. En sus versos, todo lo llena el dolor, tanto el propio como el ajeno, que la poetisa interioriza y asume como suyo. Segura­mente tiene mucho que ver con esta actitud la condición de hija ilegítima, el sufrimiento que por ello hubo de soportar de niña, su vida enfermiza, la separación de su esposo durante largas temporadas, alejada de su tierra, etc. Se solidariza, sobre todo, con el dolor de los que sufren, especialmente de las mujeres, y se muestra bastante incomprensiva con el dolor del hombre, tal vez como consecuencia de la falta de la imagen paterna que experimentó durante los primeros años de su vida.

En Rosalía, el dolor es una realidad que siempre la acompa­ña, que nunca la abandona, de tal forma que, en ocasiones, es un remedio contra la soledad. El siguiente poema es una buena muestra de ello:
No va solo el que llora,
no os sequéis, ¡por piedad!, lágrimas mías;
basta un pesar del alma;
jamás, jamás le bastará una dicha.
Juguete del Destino, arista humilde,
rodé triste y perdida;
pero conmigo lo llevaba todo:
llevaba mi dolor por compañía.

Además, Rosalía considera que hay personas que están con­denadas a experimentar dolor desde el momento de nacer, sin poder hacer nada por evitarlo. Son seres siempre perseguidos por las injusticias y las desgracias. «Los tristes», los llama Rosa-lía. Se identifica con esas personas y hace suyo su dolor.

2. La 'saudade'

La saudade es la soledad como destino, la consideración de que la vida del hombre es un ser en soledad. No debemos confundir este ser en soledad con estar en soledad. Estar en soledad es una situación transitoria de quien está solo. La saudade es la con­ciencia de quien se sabe solo. Tampoco se debe identificar la saudade con la añoranza o con la nostalgia, referidas a algo con­creto. Para ello usa el gallego morriña. La saudade es senti­miento puro, sentimiento sin referente concreto, sentimiento de quien sabe que su destino es la soledad. Esta concepción trági­ca de la vida y del hombre como un ser solo permite hacer una lectura existencial de la poesía de nuestra autora. Aunque Rosalía trata este tema en varios poemas del libro («Alma que vas huyendo de ti misma», «No va solo el que llora»), tal vez los poemas más representativos en que trata el tema de la saudade sean «Unha vez tiven un Gravo» y el conocido como «Negra sombra», ambos de Follas novas, que reproducimos traducido a conti­nuación:

Cuando pienso que te fuiste, / negra sombra que me asombras, / al pie de mi cabecera / tornas haciéndome mofa. / Si imagino que te has ido, / en el mismo sol te muestras, / y eres la estrella que brilla, / y eres el viento que sopla. / Si cantan, tú eres quien canta, / si lloran, tú eres quien llora; / y eres murmullo del río, / y eres la noche y la aurora. / En todo estás y eres todo, / para mí, en mí misma moras, / ni me abandonarás nunca, / sombra que siempre me asombras.

Esa «negra sombra» es, en realidad, la saudade, el dolor que experimenta Rosalía al percibir la existencia humana como un ser en soledad. Esa «negra som­bra es símbolo del dolor existencial».
3. La religión

Hay quien piensa que Rosalía era atea; otros, por el contrario, la consideran una ferviente cristiana: tal es la postura contra­dictoria que se aprecia en varios de sus poemas. Lo cierto es que presenta una fe rebelde. Se muestra dura, áspera, enérgica. Lanza duras imprecaciones contra Dios, se rebela contra él.

Al hablar de su poesía religiosa, uno puede plantearse si Rosalía es creyente o no, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que su sentimiento religioso es auténtico. Y es éste un sentimiento lleno de contradicciones y de dudas, con momen­tos de fe auténtica junto a otros en los que Rosalía no cree en ese Dios a quien busca y a quien pide una prueba de su exis­tencia. Ya no se trata aquí de una religiosidad de tipo popular, como en Cantares gallegos, sino de la religiosidad del que busca a Dios de forma angustiada.

Plantea dos cuestiones centrales de la teología: el silencio de Dios y el dolor de los inocentes. En un mundo absurdo al que nos vemos lanzados, en un mundo en el que el dolor y el mal reinan por doquier, Dios no se manifiesta nunca, sólo hay silen­cio en torno a él, nunca da muestras de su existencia y asiste, mudo, a la destrucción de su obra. Esto hace que la fe de la poetisa se tambalee, incluso se pierda.

Con respecto a la segunda cuestión, Rosalía siempre se hace la misma pregunta: «¿Por qué sufren los inocentes?». Los simples, los sencillos, los pobres, los desheredados siempre son los grandes sufrientes. Da la sensación de que Dios se ceba en los inocentes. El principal problema religioso que se le plantea es la existencia del dolor. No lo comprende. Todo esto la llena de dudas y se rebela contra Dios; lo llama a gritos, imprecán­dole. Lo busca, pero sin indicios, sin pistas de su existencia. Y sólo encuentra soledad y vacío. Al final cree porque necesita creer, porque, de otro modo, la vida sería insoportable. Sirvan como muestra de las dudas de Rosalía, ante el silencio de Dios frente al sufrimiento, estos versos del poema «Una luciérnaga entre el musgo brilla»:
Sigue tocando a muerto, y siempre mudo
e impasible el divino
rostro del Redentor, deja que envuelto
en sombras quede el humillado espíritu.
Silencio siempre; únicamente el órgano
con sus acentos místicos
resuena allá de la desierta nave
bajo el arco sombrío. [ ... ]
Desierto el mundo, despoblado el cielo,
enferma el alma y en el polvo hundido
el sacro altar en donde
se exhalaron fervientes mis suspiros,
en mil pedazos roto
mi Dios cayó al abismo,
y al buscarle anhelante, sólo encuentro
la soledad inmensa del vacío.

Cuando ese silencio de Dios y ese dolor de los inocentes se le imponen sobre todo lo demás, Rosalía llega a pensar en la muerte como descanso, como liberación. De hecho, a lo largo de su obra, es constante la presencia del mar, identificado con la muerte. En varias ocasiones, incluso se refiere al suicidio como solución de sus angustias. El comienzo del siguiente poema no admite dudas:
Del mar azul las transparentes olas
mientras blandas murmuran
sobre la arena, hasta mis pies rodando,
tentadoras me besan y me buscan.
Inquietas lamen de mi planta el borde,
lánzanme airosas su nevada espuma,
y pienso que me llaman, que me atraen
hacia sus salas húmedas.

La segunda edición de En las orillas del Sar, de 1909, con prólogo de Manuel Murguía, añade once poemas nuevos. De ellos, el primero y el último son de carácter religioso y rompen por completo la concepción que sobre Dios y la religión ofrece Rosalía en el conjunto del libro. Comprobémoslo leyendo el poema final:
Tan sólo dudas y terrores siento
divino Cristo, si de Ti me aparto;
mas cuando hacia la cruz vuelvo los ojos
me resigno a seguir con mi calvario.
Y alzando al cielo la mirada ansiosa
busco a tu Padre en el espacio inmenso
como el piloto en la tormenta busca
la luz del faro que le guíe al puerto.
4. El amor
Las especiales circunstancias por las que discurrió la vida de Rosalía no la predispusieron favorablemente a tratar el tema amoroso de manera positiva. Pensemos que fue hija ilegítima, que vivió alejada de sus padres, que hubo de soportar las con­tinuas separaciones de su marido por cuestiones laborales, su precaria salud... Todo ello hizo que su concepción del amor no fuese en absoluto optimista. Si a ello añadimos el hecho de que el joven poeta Aurelio Aguirre, de quien, al parecer, es­tuvo enamorada en su juventud, muriera ahogado, se com­prenderá que en su obra poética el amor pleno y feliz no apa­rezca. Sí trata el amor desgraciado, que produce dolor, el amor perdido, el amor que acaba en infidelidad, el que olvida. Y rechaza completamente el amor-pasión, que siempre acarrea desgracias.

¿Qué cuándo le ha olvidado?
¿Quién lo recuerda en la mudable vida,
ni puede asegurar si es que la herida
del viejo amor con otro se ha curado?
¡Transcurrió el tiempo! —inevitable era
que transcurriese—, y otro amante vino
a hacerse cauteloso su camino
por donde el muerto amante ya lo hiciera.

5. Las sombras

Un concepto que se repite constantemente en la poesía de Rosalía es el de las «sombras». Son personas que ya han muerto y que habitan en un «más allá» indefinido que nada tiene que ver con el cielo ni con el infierno. Son personas con las que la autora entabla contacto y con quienes se comunica con relati­va facilidad, pero siempre cuando está sola. Veamos los versos finales del poema «Del antiguo camino a lo largo»:

No lejos, en soto profundo de robles,
en donde el silencio sus alas extiende,
y da abrigo a los genios propicios,
a nuestras viviendas y asilos campestres,
siempre allí, cuando evoco mis sombras,
o las llamo, respóndenme y vienen.

Por supuesto, no hay que confundir esas «sombras» con la «negra sombra». Las primeras, como sabemos, se refieren a per­sonas que han dejado de existir, mientras que la segunda, como antes hemos visto, es un símbolo: el dolor producido por la saudade, por la consideración de la vida del hombre como un ser en soledad.

5.2. Métrica

En su último libro de poemas, En las orillas del Sar, muestra poco interés por la rima y, en cualquier caso, tiene preferencia por la asonante. Tampoco le interesan las estrofas de corte clá­sico ni la isometría (sin llegar a descartarla, por supuesto). Podemos encontrar versos de dieciocho sílabas, constituidos por dos hemistiquios de nueve sílabas cada uno. También uti­liza Rosalía el verso de dieciséis sílabas con cesura y dos hemis­tiquios octosílabos. Junto con los anteriores, también aparece el alejandrino.

En cuanto a las estrofas polimétricas, las hay que combinan el endecasílabo con el octosílabo, el dodecasílabo con el deca­sílabo, el decasílabo con el octosílabo. Finalmente, también podemos ver algún poema en el que se combinan el octosílabo, el decasílabo y el endecasílabo.

Esta forma tan peculiar de combinar los versos hace de Rosalía una innovadora en este terreno y una precursora de las nuevas corrientes que se desarrollarán en la poesía castellana de finales del siglo XIX, sobre todo el Modernismo.

5.3. Estilo y lengua literaria

En Follas novas y En las orillas del Sar, Rosalía abandona el tono popular y adopta otro más grave. Sigue usando la repeti­ción, el contraste, la adjetivación, la comparación, la metáfora, en menor grado, etc. Pero donde destaca especialmente es en el empleo del símbolo. Recordemos que el símbolo es una realidad material que se usa para referirse a otra realidad de carácter abstracto o espiritual. En las orillas del Sar habla del «desierto» de su «alma», de la «fuente» que no mana, del «manantial» que se ha agota­do, de la «sed» que siente.

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